Casi un siglo de sueños y viaje a la infancia con Roald Dahl


"Si piensas llegar a alguna parte en la vida, tienes que leer muchos libros"; afortunado cambio de Dahl a esta otra frase tan manida: "si piensas llegar a alguna parte, tienes que desearlo mucho".  

Roald Dahl, que el próximo 13 de septiembre habría cumplido cien años (fecha que se celebrará como el Roald Dahl Day en todo el mundo), dejaba una oración que desgraciadamente no ha calado demasiado en el imaginario colectivo. Sus libros sí, aunque en buena medida sea por las películas que se han hecho de ellos: Charly y la fábrica de chocolate, Matilda, James y el melocotón gigante... 

La más reciente, Mi amigo el gigante, es una adaptación de Steven Spielberg de El gigante bonachón. Una historia en la que la relación con su autor es obvia ya desde lo físico: Dahl medía casi dos metros. Y hay más de él: la niña protagonista se llama Sophie como tributo a su nieta Sophie Dahl, que ha seguido sus pasos y se dedica a las letras. 

El libro está además dedicado a Olivia, la primera de los cinco hijos que Dahl tuvo con Patricia Neal, y que murió a los siete años (1962) a causa del sarampión. Si piensas llegar a alguna parte en la vida, tienes que leer muchos libros No acababa el drama ahí: su hijo Theo fue atropellado cuatro meses después de su nacimiento en 1960, y el accidente le dejó daños de por vida como hidrocefalia. 

La muerte llevaba desde los tres años presente en su vida: a esa edad perdió a su padre y hermana. Cómo fue capaz de transformar su complicada infancia (vivió en internados en los que los castigos eran desmedidos) en narraciones donde la fantasía y el mundo de los sueños fueron pilares responde al talento en lugar de a la catarsis. No hay vómito pero sí hay biografía: el gigante está en todas sus letras. 

Cómo llegó a ellas tiene también su punto literario: tras enrolarse en las fuerzas aéreas británicas en la Segunda Guerra Mundial, tuvo un accidente que lo dejó fuera de juego y entonces firmó su primer relato: Pan comido. Después escribió The Gremlins (1943), que inspiraría la cinta homónima en 1984.

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